Viviría una vida, dos, tres, cuatro y treinta también
solamente por despertar y escuchar tu respiración. Permanecería aquí por uno de
tus abrazos, de esos que me hacen sentir viva. Eres el adiós que más dolería
decir, y también el: no hay prisa, quítamelo todo menos la sonrisa. Eres al que
le doy las gracias por alegrarme el día, y al que le digo: si nunca dejas de
sonreír te regalo el mundo. Haces que lo que te duela, a mí me mate. También
logras que el efecto de tu risa dure toda una vida y que las ganas de verte
aumenten cada segundo. Te compararía con un atardecer de octubre, pero es
diferente, a ti te necesito toda una vida.