A veces le pego, le insulto, me saca de quicio, pero es él, el único que me hace caerme de la risa, y el que está en los mejores días. El que se queda hasta tarde y se levanta temprano solo para hablar conmigo, el que me pide más sonrisas que favores.



Y hay veces, que llegas al punto en el que no puedes expresar con palabras lo que sientes por una persona, ni siquiera con gestos o barbaridades. Llegas a un punto, que te descoloca con solo mirarlo de lejos, mientras se está alejando o incluso te quedas hipnotizada por el olor de su perfume. Cuando le abrazas y sientes su respiración en el cuello, mientras cuentas atontada los segundos para que pasen más lentos. Cada vez que te acurrucas sobre él y empieza a acariciarte el pelo y a besarte la frente. Todas esas veces que te dice: "algún día nuestra casa será como esa...". Son esas veces inexplicables, en las que se te corta la respiración y desearías que ese momento no se acabara nunca, que sientes que lo quieres de verdad con todas tus fuerzas... Son todos estos momentos los que te hacen realmente especial.


Querido nadie: he desperdiciado por así decirlo, días y días buscándote en los lugares más inesperados de este maldito planeta y no hay forma algúna de dar contigo. A estas alturas me he replanteado si es que el problema soy yo y he puesto el listón un poco alto pero luego pienso y reflexiono y creo que tampoco pido demasiado...alguien que me prepare el desayuno los domingos, que me sorprenda de vez en cuando con una rosa, que me diga lo guapa que estoy cuando llevo vaqueros y voy sin maquillaje, que ame la vida con la misma intensidad con la que me ame a mi, que se quede mirándome mientras duermo, que prefiera una puesta de sol antes que cualquier partido de fútbol, que saboree el primer café de la mañana casi tanto como lo hago yo, que se enfade conmigo para luego poder reconciliarnos y sobre todo que me mire a los ojos y diga con voz sincera que me quiere.